MITÓMANOS SOMOS
“Cartas
a Elena” es una de esas cintas fallidas que además resulta
bastante extraña en su tono. En principio, la cinta pareciera que
toma ese aire de película infantil con un chico abandonado que se
enamorará de otra chica a la cual no la dejan salir de su rancho.
Pero como la misma cinta anuncia incesantemente: todo se trata de una
mentira.
Ubicada en Cooper Canyon, Chihuahua, la película es un retrato del
México rural que debería ser más dura en su tono y mucho menos
cálida con sus personajes pues cuenta una temática similar al
documental “Los que se quedan” de Juan Carlos Rulfo pero tiene
un escabroso tema de escapismo. La historia que es harto cruel es
contada con un tono de cine familiar que resulta incompatible con lo
que se está narrando. A diferencia de “Los que se quedan” donde
la calidez es un acierto, aquí hay momentos en que se nos niega todo
sentimiento de empatía hacia lo que sucede pues los eventos trágicos
son contados con la misma sensibilidad optimista que raya en lo
cursi.
Si uno piensa en “Cinema Paradiso”, el tono cursi para que
funcione no debe negarnos la crudeza de los momentos trágicos, sino
acentuarlos para que uno pueda sentir lo que están sufriendo los
personajes, como un contraste entre el optimismo con que uno quiere
ver las cosas y la crueldad de la vida. En “Cartas a Elena” hay
un momento en que un personaje importante muere y el tono cursi
persiste tan lamentablemente en la escena que a uno le dan ganas de
reír en vez de llorar ante la incredulidad de como se narra lo que
sucede.
La historia es bastante interesante, o más bien, debiera resultar
bastante interesante de no ser por la torpe narración. Emilio es un
niño cuya familia lo ha abandonado para ir a buscar fortuna a
Denver, por lo que es encargado al cartero local. Emilio está
consternado por ello, pero al mismo tiempo lo ve como algo natural
pues en este pueblo lleno de viejos analfabetas los jóvenes se van a
buscar fortuna a los Estados Unidos dejando en el pueblo a niños y
viejos a los cuales sulen mandarles dinero y postales relatando como
se encuentran en el país de las barras y las estrellas.
Bajo este contexto Emilio termina siendo el aprendiz del cartero, que
además de cartero funge como lector de cartas pues casi todos son
analfabetas. En general todos aprecian a Emilio y al cartero, excepto
un viejo malhumorado que odia a Emilio sin razón aparente. Cuando
este viejo malhumorado recibe la visita de su nieta, quien viene de
Estados Unidos, Emilio queda enamorado de la chica, lo cual hace que
el viejo ahora si tenga una razón para odiar al chamaco Emilio.
Hasta este momento pareciera que la película será una cinta de
corte romántico infantil y vemos a Emilio tratar de comunicarse con
la guapa chica que no habla ni una pizca de español, lo cual conduce
a escenas graciosas de spanglish donde el cálido tono optimista resulta más o
menos funcional.
Sin embargo la cinta muta rápidamente en algo más interesante.
Cierto día Emilio, cansado de leer las malas noticias que suelen
llegarle a los viejos del pueblo a manera de epístolas, decide
empezar a contarles historias optimistas fabricadas por él mismo. En
vez de contar los pleitos familiares y las dificultades de vivir del
otro lado, Emilio empieza a contar historias de éxito donde se
cuenta como los familiares de los viejos están teniendo fortuna
en Denver y como todo va viento en popa. Con este toque de inocencia
uno debería angustiarse al ver que las cosas no pueden tener un
final feliz: ¿qué pasará cuando los viejos se enteren de que todo
lo que les cuenta Emilio es mentira?.
Dramáticamente la cinta tiene el guión en el lugar correcto, pero
la forma en que el debutante Barajas-Llorent nos niega toda
posibilidad de tragedia va mermando lo sustancioso de la trama. Si
bien la realización goza de una bella fotografía, música que está
generalmente acorde con lo que acontece e incluso hasta con el uso de
efectos visuales con sobres volando sobre el impresionante paisaje,
esto parece demeritar más aún el trabajo de la narración, pues
teniendo los recursos de una buena producción pareciera
desperdiciarse una oportunidad de tener una cinta que debiera haber
sido de lo más redondo que haya habido en el cine nacional
protagonizado por niños. Por supuesto que no lo es, pero la historia
daba para ello.
José Eduardo es quizás el peor actor infantil que haya dado el cine
nacional desde Adrián Alonso, de quien ya comentaremos su mejoría
en la actuación cuando llegue el turno de revisar “Cristiada” en
este espacio. José Eduardo en realidad no actua por lo que nada más
habla con los personajes sin ningún tipo de entonación que haga
recalcar las diferencias entre cuando le habla a la gringa de sus
sueños y a su malhumorado abuelo. Si por lo menos tuvieramos un
protagonista igual de dicharachero que aquel del “Chico que miente”
todo hubiera podido ser más llevadero. Pero cargarle la mano al
protagonista infantil sería injusto, el reparto de grandes estrellas
de antaño que lo acompañan parecen aún peores, la flota de viejos
del pueblo parecieran genéricos intercambiables sin ninguna
personalidad definida, salvo que usted cuente a Carmen Salinas que
interpreta por enésima ocasión a un personaje estilo Carmen Salinas
o el viejo malhumorado que sólo se diferencia de los demás por
ello. El único que se salva y logra inyectarle algún dejo de
personalidad a su interpretación es Roberto Sosa padre quien por lo
menos sabe darle a su personaje matices de tristeza y alegría.
Este desfile de viejos genéricos hace aún más lamentable el
desfile de estrellas: Evangelina Sosa, Irma Dorantes, Lorena
Velázquez, Ana Luisa Peluffo, Elsa Cárdenas, Sara Montes, Jaime
Jiménez Pons, etc. Si acaso el único notable además de Sosa sea
Javier López Chabelo, quien funge como el barman de la cantina del
pueblo y cuya participación es pequeña pero refrescante en un mar
de malas actuaciones. La niña Gatilla quien interpreta a la gringa
Elena del título realmente tampoco tiene mucho que ofrecer, pero al
menos tiene el pretexto de interpretar a un personaje que no conoce
el idioma, asi que en su caso cierta torpeza está justificada.
Al igual que en “Años después”, nuevamente el optimismo ha
terminado haciendo presa al relato debido a la falta de pericia de un
director debutante. Y claro, el guión pudiera provocar cierto debate
sobre como reaccionan los personajes. Si cintas de este año lograron levantar cierto debate por tratar de seres racionales
que para enfrentar la trágica realidad tienen que convertirse en un
concepto irracional, “Cartas a Elena” logra que uno se cuestione
la validez del mensaje sobre que tan bueno es mentirse a uno mismo
para hacer más llevadera la miserable vida.
Esto desde luego no es un problema sino que es más bien un gran
acierto. Cuando estos cuestionamientos vengan acompañados de una
dirección perspicaz y talentosa entonces si podremos tener una gran
película, una como la de aquella cinta que se llevara el Óscar a
mejor director este año, por ejemplo.
Antojito mexicano: Es
una deliciosa cecina como esas de Delicias, Chihuahua. Nah, no se
crea que le estoy mintiendo, uno que es pura lengua mechada.
Posibilidades
de Ariel: Los fans de Chabelo ni se me emocionen que aunque el actor
esté muy bien tampoco es para nominación, pero se la cataflixiamos
por una muy posible nominación a efectos visuales. Y si usted no me
la acepta la puede canjear por la catafixia número dos o la número
tres, una de las cuales contiene una ostentosa nominación a mejor
fotografía y música, pero usted también se arriesga a que le salga
una nominación a mejor canción original para Hugo Mejía-Borja,
cuyo tema “Cartas a Elena” está bien bonito pues es una especie
de Lifehouse para niños, pero como sabemos que en el Ariel ya no
suele haber nominaciones a canción original para efectos del jurado
esto no sería mas que una espantosa equis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario