domingo, 7 de abril de 2013

"Cartas a Elena"

MITÓMANOS SOMOS



Cartas a Elena” es una de esas cintas fallidas que además resulta bastante extraña en su tono. En principio, la cinta pareciera que toma ese aire de película infantil con un chico abandonado que se enamorará de otra chica a la cual no la dejan salir de su rancho. Pero como la misma cinta anuncia incesantemente: todo se trata de una mentira.

Ubicada en Cooper Canyon, Chihuahua, la película es un retrato del México rural que debería ser más dura en su tono y mucho menos cálida con sus personajes pues cuenta una temática similar al documental “Los que se quedan” de Juan Carlos Rulfo pero tiene un escabroso tema de escapismo. La historia que es harto cruel es contada con un tono de cine familiar que resulta incompatible con lo que se está narrando. A diferencia de “Los que se quedan” donde la calidez es un acierto, aquí hay momentos en que se nos niega todo sentimiento de empatía hacia lo que sucede pues los eventos trágicos son contados con la misma sensibilidad optimista que raya en lo cursi.

Si uno piensa en “Cinema Paradiso”, el tono cursi para que funcione no debe negarnos la crudeza de los momentos trágicos, sino acentuarlos para que uno pueda sentir lo que están sufriendo los personajes, como un contraste entre el optimismo con que uno quiere ver las cosas y la crueldad de la vida. En “Cartas a Elena” hay un momento en que un personaje importante muere y el tono cursi persiste tan lamentablemente en la escena que a uno le dan ganas de reír en vez de llorar ante la incredulidad de como se narra lo que sucede.

La historia es bastante interesante, o más bien, debiera resultar bastante interesante de no ser por la torpe narración. Emilio es un niño cuya familia lo ha abandonado para ir a buscar fortuna a Denver, por lo que es encargado al cartero local. Emilio está consternado por ello, pero al mismo tiempo lo ve como algo natural pues en este pueblo lleno de viejos analfabetas los jóvenes se van a buscar fortuna a los Estados Unidos dejando en el pueblo a niños y viejos a los cuales sulen mandarles dinero y postales relatando como se encuentran en el país de las barras y las estrellas.

Bajo este contexto Emilio termina siendo el aprendiz del cartero, que además de cartero funge como lector de cartas pues casi todos son analfabetas. En general todos aprecian a Emilio y al cartero, excepto un viejo malhumorado que odia a Emilio sin razón aparente. Cuando este viejo malhumorado recibe la visita de su nieta, quien viene de Estados Unidos, Emilio queda enamorado de la chica, lo cual hace que el viejo ahora si tenga una razón para odiar al chamaco Emilio. Hasta este momento pareciera que la película será una cinta de corte romántico infantil y vemos a Emilio tratar de comunicarse con la guapa chica que no habla ni una pizca de español, lo cual conduce a escenas graciosas de spanglish donde el cálido tono optimista resulta más o menos funcional.

Sin embargo la cinta muta rápidamente en algo más interesante. Cierto día Emilio, cansado de leer las malas noticias que suelen llegarle a los viejos del pueblo a manera de epístolas, decide empezar a contarles historias optimistas fabricadas por él mismo. En vez de contar los pleitos familiares y las dificultades de vivir del otro lado, Emilio empieza a contar historias de éxito donde se cuenta como los familiares de los viejos están teniendo fortuna en Denver y como todo va viento en popa. Con este toque de inocencia uno debería angustiarse al ver que las cosas no pueden tener un final feliz: ¿qué pasará cuando los viejos se enteren de que todo lo que les cuenta Emilio es mentira?.

Dramáticamente la cinta tiene el guión en el lugar correcto, pero la forma en que el debutante Barajas-Llorent nos niega toda posibilidad de tragedia va mermando lo sustancioso de la trama. Si bien la realización goza de una bella fotografía, música que está generalmente acorde con lo que acontece e incluso hasta con el uso de efectos visuales con sobres volando sobre el impresionante paisaje, esto parece demeritar más aún el trabajo de la narración, pues teniendo los recursos de una buena producción pareciera desperdiciarse una oportunidad de tener una cinta que debiera haber sido de lo más redondo que haya habido en el cine nacional protagonizado por niños. Por supuesto que no lo es, pero la historia daba para ello.

José Eduardo es quizás el peor actor infantil que haya dado el cine nacional desde Adrián Alonso, de quien ya comentaremos su mejoría en la actuación cuando llegue el turno de revisar “Cristiada” en este espacio. José Eduardo en realidad no actua por lo que nada más habla con los personajes sin ningún tipo de entonación que haga recalcar las diferencias entre cuando le habla a la gringa de sus sueños y a su malhumorado abuelo. Si por lo menos tuvieramos un protagonista igual de dicharachero que aquel del “Chico que miente” todo hubiera podido ser más llevadero. Pero cargarle la mano al protagonista infantil sería injusto, el reparto de grandes estrellas de antaño que lo acompañan parecen aún peores, la flota de viejos del pueblo parecieran genéricos intercambiables sin ninguna personalidad definida, salvo que usted cuente a Carmen Salinas que interpreta por enésima ocasión a un personaje estilo Carmen Salinas o el viejo malhumorado que sólo se diferencia de los demás por ello. El único que se salva y logra inyectarle algún dejo de personalidad a su interpretación es Roberto Sosa padre quien por lo menos sabe darle a su personaje matices de tristeza y alegría.

Este desfile de viejos genéricos hace aún más lamentable el desfile de estrellas: Evangelina Sosa, Irma Dorantes, Lorena Velázquez, Ana Luisa Peluffo, Elsa Cárdenas, Sara Montes, Jaime Jiménez Pons, etc. Si acaso el único notable además de Sosa sea Javier López Chabelo, quien funge como el barman de la cantina del pueblo y cuya participación es pequeña pero refrescante en un mar de malas actuaciones. La niña Gatilla quien interpreta a la gringa Elena del título realmente tampoco tiene mucho que ofrecer, pero al menos tiene el pretexto de interpretar a un personaje que no conoce el idioma, asi que en su caso cierta torpeza está justificada.

Al igual que en “Años después”, nuevamente el optimismo ha terminado haciendo presa al relato debido a la falta de pericia de un director debutante. Y claro, el guión pudiera provocar cierto debate sobre como reaccionan los personajes. Si cintas de este año lograron levantar cierto debate por tratar de seres racionales que para enfrentar la trágica realidad tienen que convertirse en un concepto irracional, “Cartas a Elena” logra que uno se cuestione la validez del mensaje sobre que tan bueno es mentirse a uno mismo para hacer más llevadera la miserable vida.

Esto desde luego no es un problema sino que es más bien un gran acierto. Cuando estos cuestionamientos vengan acompañados de una dirección perspicaz y talentosa entonces si podremos tener una gran película, una como la de aquella cinta que se llevara el Óscar a mejor director este año, por ejemplo.

Antojito mexicano: Es una deliciosa cecina como esas de Delicias, Chihuahua. Nah, no se crea que le estoy mintiendo, uno que es pura lengua mechada.

Posibilidades de Ariel: Los fans de Chabelo ni se me emocionen que aunque el actor esté muy bien tampoco es para nominación, pero se la cataflixiamos por una muy posible nominación a efectos visuales. Y si usted no me la acepta la puede canjear por la catafixia número dos o la número tres, una de las cuales contiene una ostentosa nominación a mejor fotografía y música, pero usted también se arriesga a que le salga una nominación a mejor canción original para Hugo Mejía-Borja, cuyo tema “Cartas a Elena” está bien bonito pues es una especie de Lifehouse para niños, pero como sabemos que en el Ariel ya no suele haber nominaciones a canción original para efectos del jurado esto no sería mas que una espantosa equis.

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