viernes, 25 de enero de 2013

"Tlatelolco"

 CONJUNTO HABITACIONAL NONOALCO

Resulta una experiencia sui géneris ir a ver un documental sobre la colonia donde uno vive.  Resulta aún más extraño tener que cruzar la colonia Nonoalco Tlatelolco para ver dicho documental en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco en una sala de cine cuyo edificio puede observarse dentro del documental y al mismo tiempo ver del otro lado de la colonia,  dentro del mismo documental, el edificio de donde uno salió a ver la película.
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La austriaca Lotte Schreiber  es la culpable de que un servidor haya gozado de tan extraña experiencia y su documental es ciertamente igual de atípico. Para su buena fortuna la colonia elegida tiene su historia y goza de un vergonzozo episodio de fama nacional asi que hay material de sobra para narrar.
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“Tlatelolco” es un documental cuyo estilo visual luce mucho más interesado en el manejo del espacio arquitectónico por lo cual la cámara viaja por los distintos edificios que la integran, los cuales ya dan muestras del paso de los años. Por ello no es sorpresa que la directora sea una estudiante de arquitectura que al venir a estudiar a México haya decidido filmar un conjunto urbano modernista que además tiene la ventaja de tener una historia trágica, como la de la misma arquitectura modernista.
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El aquitecto Mario Pani, quien lo mismo creara la Torre de Rectoría en la UNAM que ayudara en la creación de Ciudad Satélite, es el culpable de crear esta zona urbana que fue pensada como una pequeña ciudad que gozara de todos los servicios: incluyendo centros deportivos, teatros, cines, escuelas, hospitales y lo que a usted se le ocurra.
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Schreiber no se interesa tanto en las áreas verdes (aunque por ahí hay algún jardinero haciéndole al artista creando figuras en los arbustos) o en los demás espacios culturales sino como ya hemos dicho, en los edificios que integran dicho conjunto habitacional, la historia del conjunto y la visión de algunos de los habitantes de la zona sobre como perciben Tlatelolco.
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Bajo estas tres vertientes, el documental no pretende ser un trabajo exhaustivo por lo que si usted habita en Tlatelolco no podrá ver interés alguno en la peculiar forma de como se recoge la basura, de como las ratas abandonaron la zona en cuanto llegaron los gatos o en como los pepenadores se pelean por madrugar y recoger lo más útil.
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Este es el Tlatelolco en los tiempos previos a la Línea 3 del Metrobús y Schreiber siendo extranjera lo cuenta desde esa perspectiva sin adentrarse demasiado, pero cubriendo el terreno necesario durante los 75 minutos del documental.  Asi, el breve prólogo cuenta como en tiempos prehispánicos un poeta convertido en guerrero azteca prefirió la muerte a la conquista y tras ser derrotado en la batalla final que decidiera la victoria de Hernán Cortés y los españoles, este poeta se perdiera sin rastro en el mar.
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Hasta en este inicio Schreiber nos brinda una toma mostrando uno de los urbanos edificios de la zona para luego brindarnos los créditos con una música que goza del toque prehispánico apropiado con el cual todo aquel que haya bailado alguna danza  azteca durante el kinder podrá identificarse.
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La narración es tomada en este punto por algunos de los habitantes del conjunto: la señora que toca incesantemente un instrumento musical, que va a la tienda y convive con su hija que va a la secundaria de los cucarachos; el chico deportista que usa los aparatos junto con otros muchachos que también le hacen a eso de echar músculo; la mujer de bajos recursos a la cual la dejaron vivir junto a su nieto e hijo en uno de los cuartos de servicio que se encuentran en la azotea de uno de los edificios.
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Las miradas de estas personas o en el caso de un servidor, de estos vecinos, son las que aportan la historia de como viven ellos Tlatelolco, quienes se quejan de los nuevos habitantes pues estos son poco sociables. Ya hasta me sentí mal por no saludar a la vecina, pero dejando de lado los chismes y la vida cotidiana, el documental también cambia su interés intermitentemente en la tragedia del 68 y en menor medida, en  el terremoto del 85.
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Contraponiendo imágenes donde se ven los estudiantes manifestándose en 1968 con chicos en la actualidad jugando al futbol, este optimista contraste marca como en la misma zona donde hubo una matanza ahora hay jóvenes ociosos practicando el sano esparcimiento del deporte (aunque usted me diga que nada más andan peloteando mientras se arma la cáscara).
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Es ahí cuando se nos narra lo que ocurrió en esa época y también donde nos cuentan un poco sobre como el terremoto de 1985 afectó la zona. Y es que Tlatelolco se define por lo que sucede durante el 68, asi que es natural que Schreiber esté más interesada en la matanza que en el temblor, pues el temblor puede generalizarse a toda la ciudad de México.
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Y asi hasta llegar a los vecinos que para socializar deciden fundar un cineclub donde se proyectan películas al aire libre afuera del metro y estos se juntan para echar el café, algo sumamente apropiado cuando uno ve eldocumental en un lugar conocido como la sociedad de cine de Tlatelolco.
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En definitiva resultará extraño para los no iniciados, pues la narración toca superficialmente la vida de la zona y su enfoque arquitectónico tiene un interés muy particular que no busca satisfacer a todo el público. Esto hace que uno imagine que sea difícil que alguien que no sepa mucho sobre Tlatelolco pueda conectar con el documental, pues está narrado de una forma que no ayuda mucho a quien no sepa a interesarse en lo que se cuenta.
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Sin embargo como una probada de lo que es vivir en Tlatelolco, funciona bastante bien y uno imagina lo que podría haber hecho algún habitante de la zona, pero es imposible pedirle eso a Shreiber, asi que la probadita basta. Uno sale observando los edificios de regreso a casa tratando de ver los que aparecieron con mayor importancia dentro del documental y con ganas de ir a tocarle el timbre a los vecinos entrevistados.
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Entre todas estas historias vemos a los verdaderos protagonistas, los edificios, la mayoría de los cuales son mencionados como si se tratara de una porra diseñada por arquitectos. Y uno espera emocionado que se mencione y aparezca el edificio donde uno vive. Como habitante de Tlatelolco, uno sale algo decepcionado cuando ningunean el edificio donde uno vive. Pero bueno, fuera de rencores personales, el documental funciona a la perfección especialmente para estos rencorosos habitantes de nonoalco.
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Cosas raras de la cinefilia.

Antojito mexicano: Los tacos de afuera del Metro (Tlatelolco).

jueves, 24 de enero de 2013

"Un mundo secreto"

ESTARÁS A UN MILLÓN DE AÑOS LUZ DE CASA

Si pudieramos juntar una colección de clichés sobre películas de “búsqueda personal”, casi seguramente que “Un mundo secreto” le pasaría revista a todos. Apenas nos anuncian de que va la trama  uno ya puede apostar en que lugar la película va a terminar y uno espera emocionado a algún cefalópodo, cachalote, cetáceo o lo que a usted se le ocurra para enbellecer la toma.
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Si uno es prejuicioso, el inicio definitivamente no nos brinda un panorama alentador. Pero si uno va abierto a dejarse llevar por los caminos del autoconocimiento cinematográfico, “Un mundo secreto” resulta una gratísima sorpresa dentro del panorama del cine nacional gracias a la en verdad brillante dirección de Gabriel Mariño.
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La trama es tan simple y típica que quizás sea mejor no hablar de ella, pero si usted me obliga a contar de que trata “Un mundo secreto” diré que  María es una chica sexualmente activa con una mamá un tanto encimosa que decide irse de viaje sola a quien sabe donde, aunque nosotros ya sepamos pues el 90% de estas películas nos llevan al mismo lugar.
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Con una mamá asi por supuesto que María no avisa y se va de mochilazo no sin antes darse un acostón.  En el camino se encontrará con alguno que otro personaje (no muchos) e irá escribiendo en su diario personal como si de un extraño se tratara aunque esté hablando de ella misma.
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La estructura del relato podría dividirse cual obra teatral en cuatro actos y un pequeño intermedio durante el cual también habrá acostón.  Aunque corrijo, en el teatro no hay acostón durante los intermedios, al menos no a los que yo voy. Pero sirva el punto para mencionar que la sencilla estructura le hará saber que realmente no pasa mucho, pero las cosas están tan bien contadas que uno compra la esperada evolución del personaje.
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Mariño entiende que una buena slow movie no debe carecer de ritmo y le va dando poder a la historia sin ningún tipo de prisas. Como todo buen formalista,  entiende que para que una historia llena de convencionalismos funcione, lo que importa no es lo que se narra, sino el como se narra.  Esto no quiere decir necesariamente que haya estilo sobre sustancia, al contrario,  aquí es precisamente el estilo el que resalta lo sustancioso del relato.
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En una escena de lonchería por ejemplo, vemos a una impertinente chica molestar a la protagonista para luego salir de la lonchería rápidamente mientras vemos al fondo el lado exterior de la calle. La mujer impertinente entra y sale de cuadro al fondo  de manera bastante jocosa mientras en el plano vemos a la chica sin saber que hacer ante la incómoda situación en que la dejaron. La resolución de la escena resulta aún mas hilarante cuando la chica impertinente termina regañando a otro impertinente y la chica tiene razón en regañarlo, aunque se muerda la lengua.
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Este tipo de detalles son los que hacen que la cinta se disfrute pues nunca hay temor por jugar. Uno se pregunta que hacen esos gatos en la glorieta de los insurgentes tomados desde un ángulo bizarro, porque la protagonista luciendo tan tímida tiene sexo a la menor provocación o se congratula cuando  ese tímido joven tan parecido ella va siendo seducido por ella misma, aunque en el fondo sea Mariño quien se dedica a seducir al espectador.
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Lucía Uribe hace un gran trabajo como María, la protagonista, cuya inexpresividad sigue el viejo mantra de menos es más.  Con esa actitud de desenfado, indiferencia y curiosidad que le va dando al papel logra  que uno entienda a la perfección a esta chica de pocas palabras.
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Los demás actores no están al mismo nivel de Lucía, aunque eso no afecta mucho cuando hay pocos personajes y estos son también poco expresivos o algo dicharacheros para contrastar con la seriedad de María. La interacción y la forma en que reaciona María ante estos personajes es lo que hace la diferencia.
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El juego de la cámara es continuamente ingenioso, ya sea relatando las cosas desde un espejo, ya sea con meros caprichos estilístos dando giros  de 360° en los escalones del metro  para mostrarnos el panorama y luego regresar a la protagonista o bien con imágenes que lucen como una especie de stop motion digital  donde uno puede sentir los pixeles.
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La toma del metro es un mero capricho, pero la misma toma con el mismo movimiento de cámara es empleada en alguna otra escena clave del filme pero en distinto lugar, lo cual la transforma de un mero capricho a un recurso para mostrar la evolución del personaje pues este ya esta respirando en un ambiente distinto.
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Si uno revisa casi cualquier cinta mexicana reciente del género, pasando por “Norteado”, “Vete más lejos Alicia”, “El sueño de Lú” o “Cefalópodo”, “Un mundo secreto” es un producto abismalmente superior. Su competencia más cercana sería “Te extraño” de Fabián Hoffman y la bien dirigida pero un tanto revuelta “Lake Tahoe”.
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La ventaja es  que hay una excelente actriz protagonista y un director talentoso  que a pesar de seguir al pie de la letra el esquema le da una perspectiva fresca al asunto dotando al relato del ritmo del que tanto carecen estas historias. El problema sigue siendo que ya nos sabemos la historia de memoria y que no se puede evitar ser convencional en ese rubro.
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En el momento en que llega la melodía final, “Un millón de años” interpretada por Renoh,  observamos en los créditos la presencia del omniprescente Herminio Gutiérreez  como supervisor musical, a quien habrá que reconocerle que eligió una canción apropiada para el humor del final, aunque a mi el título me refirió a Soda Stereo y en retrospectiva creo que hubiera preferido oír a Gustavo Cerati, aunque eso hubiera sido muy convencional.
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Hablando de eso alguien nos guiña el ojo hacia el final, acaso el propio Gabriel Muriño diciéndonos: “Si, ya se que mi historia es convencional, pero ustedes siganme el juego”.

Antojito mexicano: Un lindo pescadito, con salsa valentina. 

Posibilidades de Ariel: Mejor Película, Mejor Director (Gabriel Mariño), Mejor actriz (Lucía Uribe), Mejor actriz de reparto (Olivia Lagunas), Mejor Fotografía (Iván Hernández), Mejor Ópera Prima.

jueves, 10 de enero de 2013

"Ciclo"

HERMANOS DE BRONCE

Existen historias donde algún personaje sin saber porqué decide realizar alguna locura que no luce un propósito bien definido más allá de la aventura. Al observar "Ciclo", uno recuerda a aquel episodio de "Forrest Gump" donde Forrest simplemente decidía cruzar el país corriendo y sin saber porqué la gente lo persiguía como si se tratara de un héroe con una meta bien definida, aunque Forrest sólo tuviera ganas de correr. En "Ciclo", nos cuentan la historia de como los hermanos Arturo y Gustavo Martínez decidieron hace más de 50 años emprender un viaje en bicicleta de México a Canadá con sólo 100 dólares en el bolsillo y un gran entusiasmo que logró contagiar a los periódicos, los cuales siguieron su historia durante su recorrido de ochenta y pico días. "Ciclo" empieza entonces reflejando esa electrizante energía que provoca la aventura.

 Vemos a los dos hermanos bromear mientras se preparan para realizar, 53 años después, el mismo recorrido que hicieran cuando eran unos jovenzuelos de veintitantos años, ahora acompañados por su hija-sobrina que los filmará mientras ellos nos van platicando lo que les había ocurrido en aquellos lugares y donde también observan como es que estos mismos lugares han cambiado. El simpático Gustavo bromea sobre lo sencillo que luce trazar el recorrido sobre un mapa en comparación con realizar el recorrido mismo, mientras que el más serio Arturo nos muestra su buena condición física realizando rutinas de ejercicio como para mostrarnos que estos ahora jovenzuelos de setenta años siguen conservando su vitalidad, esa alegría de sentirse vivos y prepararse para una nueva aventura.

En estos primeros minutos el espectador se contagia y sigue con el mismo entusiasmo a estos dos Forrests de la bicicleta fascinado por lo que hay que descubrir en el camino, como si uno mismo hubiera hecho ese viaje años atrás gracias a lo bien que lo describen frente a la cámara y a la camaradería de los hermanos. Uno imagina que la historia debe ser casi como una leyenda dentro de la familia de la directora, uno entiende porqué esa necesidad de contar esta historia se vuelve importante para ella y en estos primeros minutos logra transmitirnos ese sentido de la memoria, la importancia de contrastar el pasado con el presente sin perder un atisbo de energía.

La directora, la cineasta Andrea Martínez Crowther (Cosas Insignificantes) no puede tener un punto de vista objetivo, pues el documental cuenta la historia de su padre y su tío. En algún momento, nos cuenta que por lo mismo ella no puede evitar ser parte de esta historia, pues es la historia de su familia. El entusiasmo inicial se pierde pronto cuando los dos hermanos comienzan a mostrar nostalgia por el hogar. Conocemos el presente, con Gustavo como un sobreviviente frente al cáncer y con Arturo lidiando con la preocupación de una esposa senil que ha comenzado a perder la memoria, he ahí la importancia de recuperar la suya. Como si se tratara de un antihistamínico los síntomas de la fiebre inicial se calman y el viaje empieza a perder importancia. Ya no nos importa tanto la lucha heroica que se vivió por llegar a Canadá, sino el llegar al añorado hogar. 

Estos héroes de bronce tienen sus mejores momentos cuando el documental es una road movie en la cual conviven con otros personajes en los mismos lugares que pisaron 50 años antes.  Se vuelve algo más convencional cuando habla del presente y nos indica que ahora la importancia del viaje es llegar con la familia para celebrar en vida con un son jarocho, aunque la idea del son jarocho sea tomada de una celebración surgida de la muerte.  Y es que "Ciclo" tiene ese tipo de contrastes muy marcados que hacen que se sienta como un documental un tanto desbalanceado, pero que compensa con su incesante pedaleo para llegar a la meta a como dé lugar.

Y es que al enterarnos de la historia de la familia Martínez durante el trayecto, vemos como el viaje se transformó de una memorable aventura en un episodio que cambió las vidas de los personajes, un viaje para echar raíces. Los dos hermanos resultan ser entrañables, pero el tiempo toma factura y a la cineasta también le gana la nostalgia del presente, la cual vence a la energizante nostalgia del pasado. En cierta forma uno como espectador lo resiente pues uno espera la promesa de una cinta positiva sobre una heroica hazaña de juventud y uno termina obteniendo un humano relato sobre el paso del tiempo a través de los recuerdos del pasado. 

Ya no se trata de la aventura, se trata de con quien la compartes.

Antojito mexicano: Unos hot cakes con mucho maple canadiense.

miércoles, 9 de enero de 2013

"La otra Emma"

LA COLCHA PERFECTA


Una mujer se desnuda y quema su ropa  arrojándola a una casa en llamas. En lo que luce  como un flashback vemos a la mujer observarse frente al espejo mencionando varios nombres hasta detenerse en uno: Emma. Acto seguido veremos la delirante forma de como crear la colcha perfecta, con lo que sea.  Aplicando la fórmula de cuanta más locura cuanto mejor, veremos el deambular de la desquiciada protagonista quien en aras de crear la colcha perfecta no escatima en engatusar a ancianos de asilo o en intentar ligarse a u hombre como lo haría cualquier auténtica mujer de trastornadas facultades mentales. Le podríamos cuestionar ciertos detalles en la ejecución, pero este cortometraje sobrevive gracias a sus excesos en los que vemos como se fractura la psique de su protagonista en hilarantes situaciones llenas de humor y poéticas imágenes.

Antojito mexicano: Bombones prendidos con el fuego.

martes, 8 de enero de 2013

"Atlas"

 CUERPO, ESCULTURA

Cuerpo, escultura, explosiones, atlas.  Son las primeras palabras que se le vienen a uno a la mente cuando uno ve este tibio ensayo sobre la relación del cuerpo humano con otros cuerpos. Dividido en secciones que manifiestan que las relaciones del cuerpo son infinitas: desde el arte, la arquitectura, la historia, la industria, el deporte, hasta llegar nuevamente al cuerpo humano como explosión artística. Lo mejor son las comparaciones del entrenamiento en el gimnasio como si el cuerpo fuera una fábrica industrial, el infame coloso bicentenario reflejando la reconstrucción de un cuerpo que desea escapar de las masas o esa lucha del hombre vs máquina tan bella como clásica comparando una lucha de jalón de cuerda entre un hombre y cinco mujeres como si el hombre luchara contra un avión. Tomando en cuenta la grandeza de otros cortometrajes como “Trotón” (Trotteur) que son una magnífica expresión plástica/artística sobre el cuerpo humano como una máquina inagotable, “Atlas” no tiene con que competir. Tomándolo como cortometraje estudiantil del cual una de las primeras palabras que se le viene a uno a la mente es justamente el título, el cual no se revela sino hasta el final, hay que decir que funciona a la perfección.

Antojito mexicano: Un mazapán, cuerpo perfecto de cacahute y azúcar que se devora rápido.

lunes, 7 de enero de 2013

“El lenguaje de los machetes”

URBANISTORIAS
Jessy Bulbo es una músico, a veces música, que se caracteriza por un minimalismo lleno de disonancia. Cuanto más desafinado suene su instrumento, cuanto mejor. Su melodiosa voz hará que todo suene en armonía.  Sin ser una cinta que yo definiría como slow cinema, el minimalismo está presente en la narración de “El lenguaje de los machetes”, con una historia que evocaría más al término “no cinema”.
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El instrumento del cineasta Kyzza Terrazas, la cámara, toca disonantes acordes desafinados mediante el uso de close-ups, extreme close-ups y get out of my face close-ups que no dejan respirar a los protagonistas ni un solo instante. Pero a diferencia de Jessy, Kyzza no goza del privilegio de una melodiosa voz, por lo que nos encontramos ante una cinta cuyo mérito más notable es crear una atmósfera decadente en medio de la gran urbe.
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“El lenguaje de los machetes” es una cinta sucia en todos los sentidos.  La narración, si la hay, cuenta la historia de la pareja de Ray  y Ramona Satánica. Ella, una mujer que vive de la música y él un reportero periodista al que golpean cuando se le ocurre ir a las manifestaciones del pueblo (¿Atenco?). Claro que la narración es tan ambigua que uno podría interpretar a los protagonistas como dos tipos sin oficio ni beneficio a los que todo les sale mal o poniéndonos en sintonía: que le echan muchas ganas pero…nada les sale bien.
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La cinta inicia como diciendo Mirateté (mientras más fumo más te quiero),  pues Ramona toca un cuatro lo más desafinado posible mientras Ray quema  doláres al tiempo que ambos se filman. El conflicto se centra en que Satánica quiere tener un hijo, ya saben, para darle chemo. Mientras que Ray no está tan seguro (de tener un hijo, de darle chemo quien sabe), por lo que una noche dice si y a la otra que no.  En medio de este conflicto vemos escenas inconexas donde ella toca y él anda de reportero cuasi-terrorista al que no bajan de güero puto por no querer  subirse al cerro a agarrarse a machetazos con los guerrilleros (o campesinos). Y es que asi se cuenta a todo, a machetazos.
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Existen algunas divergencias que no vienen mucho al caso a no ser porque logran romper por momentos con la rutinaria atmósfera: como cuando Ray reacciona de una manera inesperada en la casa de sus padres o como cuando los personajes van a visitar a la virgencita de Guadalupe. Son meros caprichos/provocaciones del director que funcionan justo por eso, nos dan un breve atisbo de melodía.
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Muchos músicos suelen aplicar la filosofía de dos acordes y la verdad, pero para Jessy todo se reduce a dos notas y  si alguien toca otra,  se emputa.  Dicha escena donde hay una especie de reunión ultrasónica entre Jessy y Flor Edwarda Gurrola muestra lo que Jessy sabe hacer muy bien. Por eso duele pensar que una cinta como “Pamela por amor” donde la protagonista es una de las cantantes de Kabah sea una cinta más decadente y más lograda que “El lenguaje de los machetes”, pues aquella ofrece  algo más que atmósfera. Usted me dirá que qué grosero, pero yo si hubiera preferido realizar una nueva visita a la calle de las sirenas. Hay decadencia y algo más, una urbanistoria.
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“El lenguaje de los machetes” pretendiendo ser también una historia urbana , justifica la presencia de la música del compositor Rockdrigo González. Aunque hay que decirlo, cualquier canción de Rockdrigo ofrece una mayor complejidad y una mejor estructura dramática que esta película.  Si la cinta no termina molestando es porque Jessy Bulbo y Andrés Almeida hacen un gran trabajo.
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Cintas como “Biutiful” ofrecen mejor atmósfera y tampoco pude evitar pensar en “Chin chin el Teporocho”, esa si una gran historia urbana de barrio que bien pudiera haber sido dirigida por Scorsese si éste hubiera nacido en Tepito. “El lenguaje de los machetes” luce más bien que fue dirigida por el haragán y compañía.

Antojito mexicano: El diazepán que ellos me dan,  rico en propiedades ansiolíticas, miorrelajantes, anticonvulsivantes y sedantes.

Posibilidades de Ariel: Mejor actriz (Jessy Bulbo), Mejor Actor (Andrés Almeida)

domingo, 6 de enero de 2013

“Interior / Exterior”

UNA EMANACIÓN DE AGUA HASTA LA DESEMBOCADURA DE LA CULTURA JAPONESA



Imágenes, fotografías, arte, cabezas parlantes. Como una ebullición de bellas  imágenes que se evaporan ante nuestros ojos aunque uno quisiera ponerlas en pausa hasta el infinito, el documental creado por Mauricio Novelo nos entrega una inmersión a la cultura japonesa a través de la mirada de sus artistas. Un collage cinematográfico que luce más como una colección de proverbios sobre como los japoneses entienden la conjunción de fenómenos opuestos no como algo contradictorio, sino como dos caras de la misma moneda, o más bien como un espectro que fluye en ambas direcciones, como en aquel lugar donde se juntan los ríos con los mares, lo dulce con lo salado.
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El inicio nos engaña al hacernos pensar que todo será una colección de opuestos, pero evocando un trabajo más fotográfico que cinematográfico, los cineastas recorren el Japón contemporáneo hablando de arquitectura, danza Butoh, escultura, tatuajes, cine, lenguaje y hasta pornografía, porque la pornografía es la que refleja el lado más honesto de una sociedad.
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Aunque en realidad a Mauricio Novelo no le interesa mucho hablar de dichas doctrinas artísticas de un modo común. Lo que le interesa es transmitirnos con imágenes  y luego con palabras de qué cultura están surgiendo las imágenes que observamos. Si el lenguaje japonés se interesa más en compartir sentimientos que significados, es natural que Novelo busque retratar con imágenes que le den nuevo significado a las reflexiones.
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Asi, el trabajo de los artistas es combinado con la gente común que recorre las calles, paseando en trenes, observando a la cámara. Son los artistas quienes reflexionan sobre las imágenes: los arquitectos sobre como el Japón antepone la decoración a la estructura, los pintores sobre la expresividad del color, los dibujantes sobre la perdida de la realidad que provocan los dibujos animados la cual es equiparable al apocalipsis.
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Haciendo pequeños ensayos al aire sobre como expresar esas dualidades llega una discusión sobre el arte que habla de como éste difícilmente puede verse como una ciencia. He ahí llega el arte fotográfico, cuyo padre es la ciencia y cuya madre es el arte, ese oficio donde ambas cosas son igual de importantes,  la técnica al servicio de la belleza.
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Entablar un diálogo con esta película es como una danza que adquiere más energía en el momento en que menos se mueve, con imágenes  que quisieramos que fueran eternas pero en realidad son como un tatuaje que eventualmente tiene que morir con su creador, pues se evaporan ante nuestros ojos sin que podemos hacer nada ante el movimiento, ese lugar  donde la fotografía se transforma en cine.
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Uno de los documentales más bellos del cine nacional.
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Antojito mexicano: Un sushi, pero con harto chile.

Sur (un western de acá de este lado)