jueves, 28 de marzo de 2013

"Las paredes hablan"

ENCONTRÁNDONOS UNA Y OTRA VEZ




A pesar de que la propuesta narrativa de “Las paredes hablan” rompe con casi todo convencionalismo, resulta curioso que en el mismo mes de su estreno en México hubo otras dos películas que compartieron la misma apuesta de narrativa en paralelo: “Cloud Atlas” y “El Gran secreto” (The words). Poco convencional no es sinónimo de novedoso, la estructura dramática de dichas películas se remonta 1916, tiempo en donde el llamado padre del cine, D.W. Griffith, propuso con “Intolerancia” (Intolerance: Love's Struggle Throughout the Ages) un concepto narrativo endemoniado. El concepto se basa en narrar distintas historias en distintas épocas cuyo hilo conductor es temático. La estructura dramática consiste en contar una historia, hacerla avanzar hasta cierto punto para después saltar a otra historia en un tiempo distinto, hacerla avanzar otro tanto para luego brincar a otra y así sucesivamente hasta regresar a la historia inicial y hacerla avanzar otro tanto.

A este tipo de estructura se le llamó montaje o edición en paralelo y en casi todo el cine que contiene esta estructura dramática conforme avanzan cada una de las historias, los saltos entre ellas son más rápidos conforme uno se acerca al clímax, de tal forma que las múltiples historias parecieran fusionarse en una sola al acelerarse el ritmo de la edición que no es sino el tiempo en el que saltamos de una historia a otra. La dificultad en la realización radica principalmente en cuantas historias se cuentan y en como el montaje se las ingenia para hacer parecer que las distintas historias son una sola película. Griffith ya era lo suficientemente ambicioso como para tomar cuatro historias, la convención indica que la mayor parte de los cineastas elige contar tres, como es el caso de “El gran secreto” o de la cinta que nos atañe en cuestión: “Las paredes hablan”. Y los hermanos Wachowski se cuecen aparte, pues ellos en “Cloud Atlas” propusieron 6 historias donde cada una además pertenece a un género cinematográfico distinto.

En ese aspecto “Las paredes hablan” no resulta tan ambiciosa como el cine de Griffith o tan visionaria como “Cloud Atlas”, sin embargo comparte con esta última la apuesta de que en todas las historias son siempre los mismos actores los que aparecen caracterizados de distinta forma y una temática sobre la inevitavilidad del destino. La pareja protagonista está destinada a enamorarse en cada una de las épocas distintas: la independencia, la revolución y la era actual, lo que hace que quizás el paralelo más adecuado sea con “La fuente de la vida” (The Fountain). Si los Wachowski tienen la decencia de pedirnos desde un inicio que entremos en la convención de entrar en esta estructura de flashbacks y flashforwards cuya meta es dar brincos en el tiempo de una historia a otra, en “Las paredes hablan” no queda muy en claro que este va a ser el juego a pesar de que hay algún narrador que nos intenta explicar las cosas de manera un tanto obvia. El narrador toma un aire demasiado literario que funciona bien como texto sacado de la novela en que se basa la cinta, pero que no se molesta en tratar de trasladar este lenguaje literario a uno más cinematográfico.

Este detalle hace que cosas que deberían ser sencillas de asimilar resulten confusas pues es fácil perderse en este tipo de estructuras si no se tiene a un buen director. Si no se entendiera por ser compleja sería virtud, pero como no se entiende por ser confusa es un defecto. El problema de no tener a un buen realizador radica en que eso suele provocar que la manera en que se salta una historia a la otra haga que uno pierda interés pues la historia no avanza lo suficiente o no termina en un punto relevante momentos antes de dar el salto a la siguiente época. En “Las paredes hablan” la edición resulta desastrosa y en este tipo de cine, una mala edición equivale a una mala película. A pesar de sus defectos termina siendo un desastre interesante pues no es común ver este tipo de narrativa en el cine mexicano.

Kuno Becker y María Aura interpretan a Javier y María respectivamente. La historia en tiempo presente es la que cobra mayor relevancia y tiene un mejor desarrollo aunque no sea la más interesante. En ella María es una chica que regresa a casa para consternación de su padrastro, un inexplicablemente sobreactuadísimo Mario Zaragoza, quien es un mafioso al cual no le hace gracia la visita de la niña pues para él todo lo que no es negocio no sirve. A María la vigilan los guaruras del padrastro, unos también extrañamente ñerísimos Joaquín Cosío, Silverio Palacios y Gerardo Taracena, quienes torpemente le pierden la pista a María y al escapar ésta se encuentra a su viejo vecino que siempre estuvo enamorado de ella. Esta historia de amor prohibido se repetirá en la época de la independencia donde otros Javier y María interpretados por los mismos actores terminan conociéndose y luego habrá una historia similar pero en la época de la revolución. Si Becker y María Aura fungen como los protagonistas de todas las historias, el resto del reparto también reencarna a distintos personajes donde Mario Zaragoza modera más las cosas y no se siente en el overload del tiempo presente, lo cual uno agradece por más que frases como “te casas y luego te mato” resulten inesperadamente graciosas.

María Aura no logra darle matices a sus interpretaciones por lo que su trabajo es plano en todas las épocas. Kuno Becker en cambio si dota a cada Javier de características distintas y sin llegar a ser espectacular, al menos se nota un trabajo o un intento de distinguir a cada Javier. Ningún actor brilla por lo que resulta más una curiosidad ver el papel que desempeña cada uno en las distintas épocas y observar sus distintas caraterizaciones. El más cercano a una actuación destacada es Miguel Rodarte que funge como una especie de héroe-villano y que provoca algunas de las mejores secuencias de la película. En ese rubro la producción goza de virtudes técnicas notables, la luminosa fotografía es espectacular por lo que si narrativamente las cosas son pobres, la cinta nos relampaguea con caballos, ríos, arquitectura, pinturas y algunas escenas dignas de caos revolucionario. Los vestuarios y la recreación de la época lucen muy cuidados en todo momento. La música busca magnificar lo que ocurre con los personajes. Hay una buena manufactura en ese aspecto que contrasta con la mala factura de cosas que deberían importar más, como la edición, la dirección y la narración.

Si bien el desarrollo de las historias carece de profundidad, no hay un sentido de hacia donde dirigir la trama y casi todo es explicado de formas obvias, la manera en que concluyen las tres historias resulta más que pertinente, reflejando lo que uno imaginaría que se vivía hace 200 años, hace 100 y hace dos pues la cinta se suponía sería parte de los festejos del bicentenario de 2010. No puedo decir que “Las paredes hablan” sea una buena película, de hecho es un desastre que hace que uno desee que todo lo que nos lleva a la conclusión resultara más interesante o que al menos fuera menos confuso, pero sin duda puedo decir que entre las cintas fallidas del cine nacional de 2012 esta debe ser la más arriesgada, la más propositiva y una que no provoca que uno salga echando pestes. Como decía, este Cloud Atlas de petatiux resulta más bien un desastre interesante.

Antojito mexicano: Un pastel de tres leches, con una sola leche

Posibilidades de Ariel: Producción, producción, producción. Apúntela a Mejor fotografía, sonido, efectos visuales, efectos especiales, diseño de arte, maquillaje, música y vestuario.

martes, 26 de marzo de 2013

"Colosio: El Asesinato"

TODOS LO MATARON PERO NADIE SE HIZO RESPONSABLE


Existe un lema en México que profesa que el público está harto de historias de narcos, violencia, corrupción, desnudos gratuitos y cosas poco alentadoras. El taquillazo nacional de 2012 demuestra en cierta forma que ese lema que predican los usuales detractores del cine nacional es una completa mentira. “Colosio: El Asesinato” es una cinta que posee todos esos ingredientes antes mencionados y aún así logró capturar la atención del público mexicano gracias a su temática que ciertamente es de interés nacional a través de un cuestionamiento popular: “¿Quién mató a Colosio”.

Ubicada en el género de thriller político-policial, es cierto que la cinta de Carlos Bolado no goza de la articulación que debiera tener una buena película de suspenso, sin embargo cambia esa aproximación en aras de expresarse como una especie de archivo cinematográfico de teorías de la conspiración donde se juega con las múltiples conjeturas que rodearon el caso del asesinato: que si el asesino solitario, que si un ajuste de cuentas del narcotráfico, que si los múltiples Aburtos, etc. El vehículo para desarrollar la historia es un comando especial liderado por el personaje de José María Yazpik, a quien es encargado dirigir una investigación paralela a la oficial. En vez de desarrollar el caso o de que descubramos con intriga mediante vueltas de tuerca en la trama, el guión tira dardos al aire sobre los posibles sospechosos.

En primera instancia eso da un poco al traste con la propuesta de género, sin embargo si uno mira por encima de la superficie, Bolado toma varias decisiones valientes: la violencia es bastante gráfica, el aire de tensión entre políticos tiene toda la saña en el lugar correcto y no hay condescendencia alguna. La cinta toma tres vertientes narrativas: la de la investigación oficial que se enfoca en los políticos que mueven los hilos del país, la de la investigación paralela que da pie a las diferentes hipótesis del caso y la del sicario que anda borrando los cabos sueltos. Bolado desperdicia la oportunidad de armar las tres vertientes con uniformidad y la cinta toma un aire fragmentado. Este tipo de visión fragmentada provoca que algunas secciones parezcan como si fueran parte de un documental donde se recrean las escenas y faltara algún narrador o testimonio relatando alguna posible teoría del caso. Incluso desperdicia a ciertos personajes, como el interpretado por Kate del Castillo quien en algún momento parece que fungirá como la voz del pueblo y se pierde en una subtrama de búsqueda de embarazo. El guión termina justificando esta subtrama, pero la ejecución de Bolado hace que se sienta como tiempo desperdiciado que podría haber sido mejor aprovechado desarrollando las tres vertientes narrativas y uniéndolas con una mayor profundidad.

A pesar de que en el reparto hay actores bastante reconocidos ninguno explota sus facultades, con excepción de un genialmente perverso Daniel Giménez Cacho como “el doctor”. Si Giménez Cacho roba cámara la cinta no se decide a mencionar a estos personajes por su nombre por razones más o menos entendibles. Y con todo y que se desperdicie un buen reparto, que el guión no hile de manera armoniosa las vertientes narrativas y que las cosas parezcan un archivo de escenas policiales dignas para un documental recreado hay que reconocer que la película sobrevive a sus defectos pues la edición la dota de un ritmo ágil donde se respira intranquilidad.

En alguna escena de antro suena la canción “What is love?” de Haddaway, vemos a un grupo de bailarinas de table dance mientras el coro repite suplicante “Baby don't hurt me”. Mientras el coro indica “no me lastimes” vemos a un sicario aproximarse al baño y disparar sin piedad a un sujeto que cae. El sicario recoge el casquillo del arma y huye de la escena con total impunidad. Bolado en dicha escena retrata mucho de la ironía del asesinato de Colosio, donde sonaba la Banda Machos con “La culebra”. La música advierte lo que acontece y aunque aquí no es que toditos asustados comencemos a gritar, esos sonidos de bajo ciertamente advierten esa desazón que causa la incertidumbre de encontrarse en un país cuya corrupción es tal que es imposible encontrar culpables, donde nadie se hace responsable de las víctimas que desenbocan en un río cuyo cauce se llena de sangre.

Antojito mexicano: Al más puro estilo potosino, una ponzoñosa víbora de cascabel bien asada.

Posibilidades de Ariel: A pesar de que en opinión de un servidor “Colosio” va a la cola de cada una de sus posibles nominaciones, bien pudiera ser la cinta que tiene posibilidades de colarse en bastantes categorías, las cuales se amplian si consideramos que se trata del taquillazo nacional del año, asi que no la descarte como Mejor película, director, guión, edición,diseño de arte, efectos visuales, efectos especiales y por supuesto su carta fuerte: Daniel Giménez Cacho en Mejor coactuación masculina por su interpretación de Joseph-Marie Cordoba, o que diga, “el doctor”.

lunes, 25 de marzo de 2013

"Morgana"

ESTA NO ES MI IDEA DE DIVERSIÓN


Resulta bastante complicado escribir sobre cintas  como “Morgana”, películas que poseen una cuestionable calidad que hacen que uno incluso se pregunte si vale la pena que gozen de un estreno pues difícilmente uno encuentra forma de que haya un público ávido de ver dicho tipo de películas, con todo y que es claro que “Morgana” lleva amplia ventaja en publicidad y que el cine de terror tiene un público cautivo siempre fiel. Aunque no me crea mucho, "Morgana" logró colarse al Top 9 del cine nacional de 2012, así que es claro de la película encontró a su público, aunque uno se pregunta si dicho público habrá salido molesto de la sala como un servidor o divertido ante el humor involuntario que profesa la cinta como la mayoría de los adolescentes con los que me tocó ver la cinta.

La Morgana del título es una chica que sigue un tratamiento psiquiátrico gracias a sus recurrentes pesadillas, las cuales comienzan a acentuarse al punto de que la pobre mujer está segura que se sienten completamente reales.  Su novio, su tía y su prima, amiga u lo que sea la tachan de loca y le piden que se deje de babosadas. Del otro lado del extremo su psiquiatra no está segura que sea la mejor idea recetarle drogas y el metiche jardinero aparenta saber mucho aunque por alguna extraña razón no diga nada. Lo que si sabemos es que Morgana siempre termina ahogada en sus pesadillas.

“Morgana” es una película que pone  a prueba la paciencia de los paladines del cine mexicano:  ¿por qué el jardinero si sabe tanto no dice nada desde un comienzo?, ¿por qué el director nos insinua constantemente que la tía sabe más de lo que aparenta si le iba a dar una resolución tan torpe al personaje?, ¿como para qué hay una escena de  la amiga sexosa en la ducha donde se evita el desnudo gratuito si la escena de cualquier forma resulta gratuita?, ¿por qué el novio de Morgana es tan incomprensivo si se supone que compartían experiencias de niños en esa casa donde cuentan que asustan?, y finalmente, ¿por qué uno debería continuar defendiendo la noble causa del cine mexicano con un producto de tan pobre calidad?.

Conectada en trama por la también aburrida, menos graciosa y harto taquillera “La dama de negro” (The woman in black), tenemos a una protagonista que se encuentra en un pueblo donde se cuentan leyendas sobre una casa donde hay una mujer que espanta.  Por supuesto  que con todo y que “La dama de negro” no es una cinta lograda, supera abismalmente a “Morgana” en producción y dirección, sin mencionar que sus personajes son mucho más congruentes: ahí los habitantes tienen una razón válida para no querer hablar, pues resulta demasiado peligroso.

En “Morgana” la única justificación para los personajes parece ser esperar torpemente al final de la película dizque para crear suspenso. Los personajes están en función del guión cuando debería ser todo lo contrario, lo cual hace todo francamente incompetente. En vez de darnos información sobre el misterio o establecer el conflicto de la trama con mayor claridad, todo el inicio resulta nebuloso con información que se presenta como importante, pero que al final resulta irrelevante.  Se supone que hay una muñeca que asusta, aunque dudo que eso termine siendo importante es una de las conclusiones que uno se lleva a casa.

Hay incluso escenas enteras que desperdician la tensión lograda por la incongruencia del personaje fantasmagórico y la torpe edición,  como cuando un auto se detiene en medio de la nada como por arte de magia haciéndonos creer que algo muy malo está por suceder, aunque desde luego que tampoco sucede nada interesante porque ni el guión ni el director saben como darle una resolución a la escena. Uno también se cuestiona como para qué el fantasma tiene que realizar una llamada telefónica si de cualquier forma va a escabecharse a su víctima de una forma tan arbitraria, hasta en eso el fantasma de “La dama de negro” mostraba consistencia hasta el final.

Los actores tampoco ayudan a la causa, Siouzana Melikián domina la inexpresión a niveles sólo alcanzados por Kristen Stewart, Lilia Aragón es como una mala villana de telenovela que además resulta torpemente mojigata como para representar una seria amenaza ante la falta de pericia con la que se nos muestra la verdadera cara del personaje, Luis Felipe Tovar luce como un adorno decorativo de curiosa caracterización con grandes barbas y poca higiene, mientras que Eugenio Becker es el insípido galán televisivo que reza sus diálogos como le venga en gana.

Si alguien le añade un poco de dignidad al asunto es Alejandra Adame, quien destila sexualidad con un personaje de ambigua moral y hormona alborotada en cada escena en la que aparece.  Claro, dirá usted que es una actuación que aprovecha la belleza de la actriz, pero incluso cuando el guión traiciona al personaje y nos lo cambia por una frágil chica asustada, la actriz hace un esfuerzo por matizar el cambio y hacerlo creíble, por lo cual uno sonríe brevemente cuando pasamos de la chica cínica a la niña consentida arrepentida.  Además es el único personaje cuyas intenciones quedan claras desde el principio:  ella quiere cogerse al novio de Morgana a como dé lugar.

Hablando de belleza en “Morgana” también aparece Irán Castillo, quien añade otra mala cinta de terror a su currículum por segundo año consecutivo tras el estreno de “Viernes de Ánimas”,  la cual por cierto era más insípida que “Morgana” si es que sirve de consuelo para los fans de la actriz. Luis Felipe Tovar añade también otra mala cinta de terror pero el tiene más prisa y el las dos las estrenó el mismo año una tras otra, aunque siendo justos Luis Felipe era de las pocas cosas buenas de “El quinto mandamiento”, esa si una cinta con más cosas rescatables y que ofrecía un mayor entretenimiento  que lo que brinda “Morgana”.

Ni la música de Madame Recamier quien aparece con “Don’t You Wanna” y “Mira Mira” ofrece consistencia pues cuando aparece en los créditos finales rompe el humor del final, aunque le da buena vibra como música de antro.  Pareciera que en “Morgana” cada que se proponen crear algo interesante se arrepintieran y decidieran irse por cosas más obvias. Fuera del profesionalismo de Alejandra Adame y de uno que otro susto proporcionado por la irrelevante muñeca, no hay cosas rescatables.

Si uno no se toma muy en serio su trabajo de paladín del cine mexicano uno podría reír de lo que sucede en pantalla, pero si uno se lo toma en serio hay que ir preparado para la frustración. De los paladines del cine de horror y de los de Irán Castillo no estoy tan seguro, pero deberían sentirse igualmente avergonzados, después de todo los tres compartimos el dolor de una noble causa.

Antojito mexicano: Pues sabe a hígado encebollado, pero en definitiva no nutre igual, asi que vaya usted a saber.

Posibilidades de Ariel: Tomando en cuenta que el año pasado Irán Castillo se coló a las nominaciones por la infame "Victorio", todo es posible en el Ariel. Aunque si usted pertenece al Team Irán ni se emocione que aquí si alguien tiene alguna posibilidad es Alejandra Adame en Mejor Coactuación Femenina cuya lujuriosa actitud es lo único digno de elogio.

Y si uno logra ser más objetivo la cinta también podría conseguir algo en el rubro de maquillaje, mejores efectos especiales y mejores efectos visuales. Digo, si "Las buenas hierbas" pudo llevarse el Ariel hace dos años en efectos visuales, cualquier cosa es posible.

domingo, 24 de marzo de 2013

"Aquí entre nos"

BAJO EL MISMO TECHO



Las vicisitudes de un matrimonio no lucen como ninguna novedad en el cine mexicano comercial. Si bien fueron puestas de moda nuevamente en los noventas con proyectos como “Cilantro y Perejil” o “Sexo Pudor y Légrimas”, uno sigue encontrando este tipo de aproximaciones con trabajos recientes como “7 años de matrimonio”, “Labios Rojos” o en el caso en cuestion: “Aquí entre nos”.

Si bien “Aquí entre nos” se enfoca en la relación entre el arquitecto Rodolfo Guerra y su esposa, le añade a la fórmula de matrimonio en problemas a tres hijas buena onda convirtiendo a la cinta en un producto mucho más familiar, de no ser porque habrá algún desnudo que pueda hacer a la cinta no apta para toda la familia. La familia Guerra le hace honor a su nombre y parece estar siempre en conflicto. Cierto día en el que el padre de familia decide no ir a trabajar nada más porque le dió flojera, éste se va dando cuenta de que no sabe nada de su familia: su esposa lo trata mal, su hija mayor tiene un novio mayor, la hija de en medio mete al novio a la casa a escondidas y la hija pequeña es la única que le muestra afecto desmedido.

Estas viñetas familiares parecieran algo desarticuladas aunque la cinta logra más o menos encontrar un equilibrio, por lo que aunque por momentos ciertos personajes desaparezcan o saltemos de una escena a otra, los personajes siempre dan una breve explicación sobre como llegaron a esa escena o de que fue lo que sucedió. En ese sentido la película no goza de un desarrollo armonioso, pero bajo la superficie de una comedia de enredos eso termina por importar poco pues lo importante es pasar de una escena graciosa a la otra encontrando balance entre los personajes, los cuales gozan de buenas actuaciones.

Jesús Ochoa como el señor Guerra logra darle ese equilibrio a su personaje entre tipo malhumorado pero carismático que lo mismo puede darle un cumplido a su mujer durante una cena y al minuto siguiente lanzarle un insulto con gracia para deleite de toda la familia, excepto de la esposa. Carmen Beato por su parte como la señora Guerra luce muy divertida en su papel, sin tomarse las cosas muy en serio se la pasa insultando a su marido a la menor provocación. Diana García le inyecta a su papel esa dulzura y mal humor similar al de su padre (observe como se usa “Piel Canela” en versión de Los Panchos y luego en versión de Natalia Lafourcade para reflejar esa similitud), Giovana Fuentes luce como la hermana guapa de Belinda dándole a su personaje un carácter aterrizado por más que el meter a su novio al sótano parezca indicar lo contrario y la pequeña Camila Risser es usada como la simpática pequeña que no deja de admirar a su papá con una alegre actuación.

Si los actores hacen un buen trabajo, la casa donde se desarrolla la mayor parte de la trama adquiere importancia y la directora pareciera tratarla como un personaje más. Desde el inicio vemos una especie de video donde vemos como la familia Guerra llegó a la casa 17 años atrás y en varios momentos la casa forma parte del conflicto, ya sea porque se quiere vender, por esas malditas goteras que aquejan durante las lluvias, porque la hija mete al novio al sótano o porque el señor Guerra tiene que meterse a escondidas o por alguna remodelación, el espacio en que viven los personajes adquiere importancia, como para establecer ese mensaje familiar de no hay lugar como el hogar.

Sin grandes aspiraciones, “Aquí entre nos” resulta una funcional comedia que entiende que su sentido es buscar el entretenimiento del espectador y sin embargo, tiene momentos de delicadeza, de hilaridad y cierta vulgaridad. Si bien el desarollo de la trama por momentos no es tan equilibrado, la directora Patricia Martínez de Velasco logra encontrar el equilibrio en los distintos tonos de humor sacándole provecho a sus actores. Ese toque femenino se muestra en ciertas conversaciones entre madre e hijas sobre sexualidad y hoteles, con madre e hija arreglándose frente al malhumorado papá o en el viejo novio que le trae regalos a las mujeres de la casa pero no al suegro. Es cierto que no tiene el encanto de obras recientes como “Nosotros los Nobles”, pero aún así resulta un agradable producto de cine comercial que aspira a entretener y lo consigue. Aquí entre nos uno podría ser más exigente, pero esta cinta funciona bien.

Antojito mexicano: Un helado cremoso bastante disfrutable.

Posibilidades de Ariel: Si bien el cuadro actoral es destacable, ninguno brilla en demasía como para considerar alguna nominación, pero apúntela como ligera candidata a Mejor Ópera Prima.

"Abolición de la Propiedad"

 TEATRO DE ONDA SIN ONDA

Pareciera que el cine mexicano contemporáneo se divide en aquel que bebe del teatro, aquel que bebe de la televisión y aquel que busca adaptarse a la propuesta de algún festival. Y claro, en otro terreno está el documental que suele ser rico en temáticas y aproximaciones. Aquel cine hecho en México que bebe del propio lenguaje cinematográfico como su principal fuente pareciera casi inexistente. El éxito de los filmes normalmente obedece a qué tan bien el realizador logra tomar los elementos de su respectivo nicho (teatro, televisión o la onda festivalera) y logra complementar esta visión con un lenguaje cinematográfico. "Abolición de la Propiedad", película basada en la novela homónima de José Agustín es claramente un ejemplo de cine que bebe del teatro, es por ello que casi todo se limita a una locación, un escenario teatral que funge como el sótano de alguna casa en la que supuestamente habrá una fiesta-reunión, pero en donde sólo tenemos a un par de personajes atrapados en una especie de limbo donde discutirán sobre diversos temas.



“Abolición de la propiedad” carece de grandes recursos cinematográficos y los pocos que tiene los utiliza con poco ingenio, por lo que el filme resulta demasiado fallido. Tome por ejemplo la fotografía del usualmente laureado Alejandro Cantú, quien pone la cámara por todos lados, desde encima del escenario o de un lado a otro, los encuadres gozan de perfección estilística pero no sólo no aportan a la narración sino que terminan haciendo más evidente la simplicidad del espacio. En cintas que usan principalmente una locación como “127 Horas” (127 Hours) este juego de cámaras toma sentido porque terminan ampliando el espacio y resaltan la belleza del mismo. En “Abolición de la propiedad” donde el espacio es un sillón con fondo negro ocurre lo opuesto, el espacio ya de por si limitado termina reduciéndose y no como un reflejo de la asfixia que supone la discusión de los personajes, sino como un reflejo de la simplicidad del mismo. La cámara distrae en vez de aportar al relato y es por ello que no sólo se reduce al espacio sino también al relato mismo. En películas teatrales como “La Tarea” la cámara no hace trampa por lo que es imposible que el manejo del espacio estorbe al relato.

La historia también parece anacrónica aunque su estructura es bastante interesante. Los personajes principales, Norma y Everio, son dos jóvenes que esperan a una amiga en un sótano aunque parece que la amiga nunca llegará. Una misteriosa grabadora nos pone una conversación entre Norma y Everio donde normalmente se oyen discutiendo. Tras escuchar la grabación, Everio aparece y los personajes comienzan a platicar hasta que llega el momento en que escuchamos el fragmento donde discutían. Al observar en qué termina la discusión Everio saldrá de la escena, usualmente para ir al baño, al tiempo que Norma pondrá la grabadora, se escuchará el fragmento de una nueva conversación y al llegar Everio a la escena siguiente los personajes volverán a conversar hasta llegar al fragmento que habíamos escuchado previamente.


Sin duda que la estructura es propositiva, aunque con el cine experimental mexicano hay que tomar estas cosas con mucha precaución, pues propositivo no es sinónimo de novedoso. En su trabajo previo, “Eros una vez María” el director Jesús Magaña Vázquez contaba más o menos la misma película. Ambas cintas parecieran encontrarse en un limbo donde la repetición es infinita, como atrapadas en un loop endemoniado. En “Eros una vez María” observábamos una escena donde Tonatiuh, el personaje principal, conversaba junto a su novia María en la cama. Luego de esta escena veíamos a Tonatiuh recordando a sus novias pasadas, todas las cuales se llamaban María para luego regresar a la conversación con su novia original, que en aquella película fungía de la misma forma en que lo hace la profética grabadora de “Abolición de la Propiedad”.

Claro que esta vez en vez de la imposibilidad de triunfar en el amor la cinta habla más del clasismo, diferencias que son discutidas “acaloradamente” por Aislinn Derbez y Humberto Busto, quienes no podrían estar más descobijados por el director. Derbez se perfila como una actriz entusiasta que hace su mejor esfuerzo frenta a un Humbero Busto que pareciera no encontrar el tono adecuado a su personaje. Es evidente que los actores trabajaron con el director como si se tratara de una obra de teatro, aunque no parece que veamos la mejor versión de la misma. En cierta forma esa libertad que parece darle a los actores Magaña se traduce aquí en una actriz que da su mejor esfuerzo pero que no parece saber darle un mejor sentido a las transformaciones que van sufriendo las conversaciones, las cuales van dando saltos de la aspereza a la camaradería y del amor al odio. Las escenas podrían haber tenido una composición más armoniosa si Magaña hubiera usado el talento de Derbez para que cada escena concluyera como preámbulo de la siguiente. Humberto Busto por su parte jamás encuentra el tono adecuado y luce como un personaje deslucido. Es verdad que Everio es un tipo presumido con poco chiste y eso podría interpretarse como un buen contraste con la vitalidad de Norma, pero en una cinta donde las discusiones de los personajes se interpretan como rounds de una pelea de box, pareciera que Derbez está luchando contra un inerte saco de entrenamiento en vez de con un tipo arrogante que esquiva todos los golpes.

Este tipo de fallas con el uso que se le da a una cinta de actores hacen que lo que sucede se vuelva irritante. La historia también está atrapada en una época distinta por lo que esa lucha de clases si bien es un tema casi universal y atemporal, la adaptación se siente vieja, sin tensión ni vitalidad. Magaña tenía mucho mayor propuesta en “Eros una vez María”, que si bien fue una cinta vilipendiada, al menos encontraba vasos comunicantes con el cine de Jaime Humberto Hermosillo. “Abolición de la propiedad” es mucho más tibia, menos transgresora y quizás por ello mismo haya tenido una mejor recepción de crítica, no así de público. Personalmente no me molesta que Magaña haya hecho en esencia la misma película, lo que me molesta que esté muy lejos del nivel de una película quebrada pero que resultaba interesante e incluso que justificaba el poco aprecio de cierto sector del público pues había vitalidad y entusiasmo lo cual conlleva riesgo. En “Abolición de la Propiedad” no hay nada de eso, todo ello ha sido abolido en aras de arriesgar poco.



Antojito mexicano: En palabras de Gloria Trevi, una papa sin catsup.



Posibilidades de Ariel: Tomando en cuenta el premio a mejor guión en Guadalajara, Jesus Magaña podría apuntarse como candidato junto a Aislinn Derbez cuyo entusiasmo es notable lo cual la hace candidata a mejor actriz. Si usted le pregunta a un servidor la cinta no debería tener posibilidad alguna frente a las otras de la competencia pero bueno, ahí están sus puntos más fuertes, además de que Edna Herrera y Gabriel Mariño también podrían rascar alguna nominación a mejor edición tomando en cuenta la estructura del relato.