ESTARÁS A UN MILLÓN DE AÑOS LUZ DE CASA
Si pudieramos juntar una colección de
clichés sobre películas de “búsqueda personal”, casi seguramente que “Un
mundo secreto” le pasaría revista a todos. Apenas nos anuncian de que
va la trama uno ya puede apostar en que lugar la película va a terminar
y uno espera emocionado a algún cefalópodo, cachalote, cetáceo o lo que
a usted se le ocurra para enbellecer la toma.
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Si uno es prejuicioso, el inicio
definitivamente no nos brinda un panorama alentador. Pero si uno va
abierto a dejarse llevar por los caminos del autoconocimiento
cinematográfico, “Un mundo secreto” resulta una gratísima sorpresa
dentro del panorama del cine nacional gracias a la en verdad brillante
dirección de Gabriel Mariño.
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La trama es tan simple y típica que quizás sea mejor no hablar de
ella, pero si usted me obliga a contar de que trata “Un mundo secreto”
diré que María es una chica sexualmente activa con una mamá un tanto
encimosa que decide irse de viaje sola a quien sabe donde, aunque
nosotros ya sepamos pues el 90% de estas películas nos llevan al mismo
lugar..
Con una mamá asi por supuesto que María no avisa y se va de mochilazo no sin antes darse un acostón. En el camino se encontrará con alguno que otro personaje (no muchos) e irá escribiendo en su diario personal como si de un extraño se tratara aunque esté hablando de ella misma.
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La estructura del relato podría dividirse cual obra teatral en cuatro actos y un pequeño intermedio durante el cual también habrá acostón. Aunque corrijo, en el teatro no hay acostón durante los intermedios, al menos no a los que yo voy. Pero sirva el punto para mencionar que la sencilla estructura le hará saber que realmente no pasa mucho, pero las cosas están tan bien contadas que uno compra la esperada evolución del personaje.
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Mariño entiende que una buena slow movie no
debe carecer de ritmo y le va dando poder a la historia sin ningún tipo
de prisas. Como todo buen formalista, entiende que para que una
historia llena de convencionalismos funcione, lo que importa no es lo
que se narra, sino el como se narra. Esto no quiere decir
necesariamente que haya estilo sobre sustancia, al contrario, aquí es
precisamente el estilo el que resalta lo sustancioso del relato.
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En una escena de lonchería por ejemplo,
vemos a una impertinente chica molestar a la protagonista para luego
salir de la lonchería rápidamente mientras vemos al fondo el lado
exterior de la calle. La mujer impertinente entra y sale de cuadro al
fondo de manera bastante jocosa mientras en el plano vemos a la chica
sin saber que hacer ante la incómoda situación en que la dejaron. La
resolución de la escena resulta aún mas hilarante cuando la chica
impertinente termina regañando a otro impertinente y la chica tiene
razón en regañarlo, aunque se muerda la lengua.
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Este tipo de detalles son los que hacen que
la cinta se disfrute pues nunca hay temor por jugar. Uno se pregunta que
hacen esos gatos en la glorieta de los insurgentes tomados desde un
ángulo bizarro, porque la protagonista luciendo tan tímida tiene sexo a
la menor provocación o se congratula cuando ese tímido joven tan
parecido ella va siendo seducido por ella misma, aunque en el
fondo sea Mariño quien se dedica a seducir al espectador.
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Lucía Uribe hace un gran trabajo como María,
la protagonista, cuya inexpresividad sigue el viejo mantra de menos es
más. Con esa actitud de desenfado, indiferencia y curiosidad que le va
dando al papel logra que uno entienda a la perfección a esta chica de
pocas palabras.
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Los demás actores no están al mismo nivel de
Lucía, aunque eso no afecta mucho cuando hay pocos personajes y estos
son también poco expresivos o algo dicharacheros para contrastar con la
seriedad de María. La interacción y la forma en que reaciona María ante
estos personajes es lo que hace la diferencia.
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El juego de la cámara es continuamente
ingenioso, ya sea relatando las cosas desde un espejo, ya sea con meros
caprichos estilístos dando giros de 360° en los escalones del metro
para mostrarnos el panorama y luego regresar a la protagonista o bien
con imágenes que lucen como una especie de stop motion digital donde
uno puede sentir los pixeles.
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La toma del metro es un mero capricho, pero
la misma toma con el mismo movimiento de cámara es empleada en alguna
otra escena clave del filme pero en distinto lugar, lo cual la
transforma de un mero capricho a un recurso para mostrar la evolución
del personaje pues este ya esta respirando en un ambiente distinto.
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Si uno revisa casi cualquier cinta mexicana
reciente del género, pasando por “Norteado”, “Vete más lejos Alicia”,
“El sueño de Lú” o “Cefalópodo”, “Un mundo secreto” es un producto
abismalmente superior. Su competencia más cercana sería “Te extraño” de
Fabián Hoffman y la bien dirigida pero un tanto revuelta “Lake Tahoe”.
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La ventaja es que hay una excelente actriz
protagonista y un director talentoso que a pesar de seguir al pie de la
letra el esquema le da una perspectiva fresca al asunto dotando al
relato del ritmo del que tanto carecen estas historias. El problema
sigue siendo que ya nos sabemos la historia de memoria y que no se puede
evitar ser convencional en ese rubro.
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En el momento en que llega la melodía final,
“Un millón de años” interpretada por Renoh, observamos en los créditos
la presencia del omniprescente Herminio Gutiérreez como supervisor
musical, a quien habrá que reconocerle que eligió una canción apropiada
para el humor del final, aunque a mi el título me refirió a Soda Stereo y
en retrospectiva creo que hubiera preferido oír a Gustavo Cerati,
aunque eso hubiera sido muy convencional.
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Antojito mexicano: Un lindo pescadito, con salsa valentina.
Posibilidades de Ariel: Mejor Película, Mejor Director (Gabriel Mariño), Mejor actriz (Lucía Uribe), Mejor actriz de reparto (Olivia Lagunas), Mejor Fotografía (Iván Hernández), Mejor Ópera Prima.
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