martes, 17 de septiembre de 2024

Aracne



 LA MALEVOLENCIA ARTÍSTICA

Con una premisa tan hermosa como grotesca, el artista visual Cremance sube el volumen del escalofrío a niveles aterradores en "Aracne", cortometraje donde una mujer atrae a sus indefensas presas  hacia una bañera, con movimientos hipnóticamente inquietantes, como si estuviera poseída por el espíritu vengativo de una Araña Escupidora. 

En "Aracne", la atmósfera está cargada de terror. Mientras los acordes disonantes de una perturbadora melodía se entrelazan con el inquietante crujido de unos coros percusivos, se teje un angustiante tapiz de disonancia, en medio de un entorno claustrofóbico que envuelve todo como un sudario frío e implacable.

Aumentando la sensación de terror claustrofóbico, la música, con sus escalofriantes pasajes a capela, pronto se ve acompañada por una instrumentación cruda y visceral que amplifica el horror, creando una experiencia auditiva tan primitiva como inquietante. Hay una cualidad esquiva en la melodía que sugiere un modo eólico menor, pero que parece estar armonizada con un toque frigio, aportando un matiz exótico y perturbador. Si está en Fa sostenido menor o modulando a través de un Do sostenido frigio es incierto, pero la progresión cambiante crea una sensación de desorientación inquietante. Este paisaje armónico ambiguo profundiza la sensación de pavor, envolviéndote en un capullo sonoro tan desconcertante como aterrador, lo que contribuye a la sensación general de inquietud pesadillesca.

Sumado a esta inquietante mezcla, está el hecho de que Cremance, orgulloso exalumno de La Esmeralda, lleva su formación en artes visuales a un nuevo y perturbador ámbito, más vanguardista que cinematográfico. La narrativa se siente como una pesadilla fragmentada, inicialmente dotada de un sentido escalofriante con sus mórbidos matices ritualísticos, solo para descender en una incomprensible locura, como si contempláramos el nacimiento de una ceremonia vudú conducida por un malévolo arácnido. Es como si su tiempo en la famosa escuela de arte de la Ciudad de México no solo hubiera refinado su técnica, sino que también le hubiera otorgado una capacidad de otro mundo para transformar lo mundano en lo macabro, donde el límite entre lo surrealista y lo tangible se difumina de la manera más inquietante, haciendo que el arte y el horror colisionen en un baño de perturbadora brillantez. 

 

Antojito mexicano:  Un mole negro oaxaqueño, una mezcla de sabores dulces y amargos que combinan lo ritualístico y lo artesanal para una experiencia envolvente, intensa, y de la que es difícil escapar.


 

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